jueves, 20 de enero de 2011

Mi lengua,
quemada por tu juego humeante,
raspa como la de una gata
y podría erosionar tu máscara.

Mi lengua,
quemada por tu juego humeante,
no siente,
no padece,
no sabe que decir.

Mi lengua
se la comió el gato.
De momento.

Y a la gata
la mató la curiosidad.