Mi lengua,
quemada por tu juego humeante,
raspa como la de una gata
y podría erosionar tu máscara.
Mi lengua,
quemada por tu juego humeante,
no siente,
no padece,
no sabe que decir.
Mi lengua
se la comió el gato.
De momento.
Y a la gata
la mató la curiosidad.